miércoles, 31 de agosto de 2016

Agosto

   
      Entre la brisa de la tarde flota un aroma de bronceador que se arrastra a lo largo del paseo, se entremezcla con la sal de las olas que rompen con discreta violencia sobre la Escalerona. Hay bandera amarilla y sube la marea, la gente sale de la playa, luce un sol de atardecer, pleno, sin nubes en el horizonte, es la hora del tumulto, el perfecto caos de quienes regresan a casa con la toalla al cuello, el bañador húmedo, calzando chanclas; y de esos otros que lucen ropa de calle, ajenos al ritual playero, que están en el lugar adecuado en el momento justo, donde el universo gijonés late con intensidad.
      Es Agosto y estamos en el Paseo del Muro, el balcón del Cantábrico, camaleónico, magnético, al que todos acuden para encontrarse con el vecino, el familiar lejano, el amigo de la infancia...Todos están aquí, la galería de las vanidades donde mirar y ser vistos, respirar la esencia de Gijón. Algunos recorren sin prisa el largo trayecto que separa San Pedro del Rinconín. Hay ciclistas, niños, ancianos, parejas de novios, turistas, mirones, caminantes profesionales. Es el lugar idóneo para contemplar, recrear historias, cazar instantes.
      Son casi las ocho de la tarde, la gente sale de la Feria de Muestras, se proyectan sombras alargadas sobre el paseo, todo alrededor se colorea con una luz dorada, al fondo se adivina el Cerro de Santa Catalina. Apetece un culín de sidra en alguna terraza de Cimadevilla, un picoteo al caer la noche en buena compañía. Las calles del barrio de pescadores bullen, el renacer de un barrio muerto, el sueño de una noche de verano. Carpe diem. No existe el futuro, sólo el momento, el eterno instante que ahora gozamos y que nos convertirá en inmortales. La cuesta del Cholo llena de vida, el Muelle, el Rompeolas, las luces del puerto nadando sobre el mar. Ha caído la noche, nada se detiene, la música distante llega hasta aquí, difusa, la fiesta ha comenzado, se prolongará hasta la madrugada.
      Agosto infinito que permaneces en mi memoria desde que era niño, que te disfrazas de libertad y alegría, que encarnas lo que Gijón encierra, la plenitud y el declive, la euforia y el fracaso. Nadie se atreverá a arrebatarnos este mes, Agosto pertenece a Gijón, está escrito sobre la arena de San Lorenzo, en cada plaza del centro, en el barrio del Carmen, en la calle Corrida, en el corazón de los gijoneses.
      Es el mes en el que terminan los sueños, el mes de las hojas secas que caen de los árboles preludio del otoño; el Campo Valdés entristece al amanecer gris, se torna íntimo y melancólico. Las sombras del verano se disipan, aparecen la niebla y el orbayu pertinaz que ensucian el cielo azul. Pero yo no dejaré de acudir en cada ocasión al eterno mes de Agosto; todo cuanto guardo dentro de mí será mi salvación, ahuyentará la tristeza, me hará reflexionar, pasearé sin sombra alguna por el Muro, descansaré la mirada sobre el perfil de mi ciudad mientras el sol se baña en la mar, mientras la gente conversa con acentos diversos, sin que nadie pueda verme, sin que nadie pueda tocarme, porque los observo desde mi atalaya inexpugnable del recuerdo, en el interior de ese mundo mío eterno, privado y maravilloso.
      Y allí regresaré cada vez que el peso de la noche se torne insoportable, cada vez que necesite con dolor respirar ese Gijón que llevo dentro del alma.  

blogdelgijones.glogspot.com

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Carlos Álvarez Castañón