No digas que fue un sueño. Tú, que conoces como nadie el sonido de El Molinón rugiendo por su Sporting, el sabor amargo de la derrota, el filo de la navaja...Ha sido una maravillosa historia con final feliz, inesperado, desbordante. Ni tú ni yo; nadie habría imaginado algo así a principios de temporada. Sin embargo las grandes victorias se desvanecen con el transcurso de los años, se disfrazan de lirismo, de épica un tanto inverosímil. Así nacen las leyendas; bruma del mar camuflada entre los sueños. El tiempo no se detiene, arrastrará nuestros recuerdos, tratará de borrarlos. No olvides nunca la Plaza del Marqués repleta, las calles de Gijón en rojiblanco, el Benito Villamarín, el verde y el blanco, los minutos de la ansiedad, la Muralla Romana de Lugo, el gol en fuera de juego, el aeropuerto de Ranón, la Plaza Mayor, porque todo ello forma parte del Real Sporting, define a un club histórico, sufridor, mítico. Has sido testigo de uno de los capítulos más gloriosos y antológicos de la historia de este club de fútbol, una temporada que bien vale una vida entera, más de un siglo de barro, penurias económicas, batallando sin cesar. El Equipo de los Superguajes ha rescatado del acantilado ciento diez años. No soy de los que dicen: "Mejor no imaginar lo que hubiera pasado de no haber logrado el ascenso". Yo pienso a menudo en ello, me enredo en elucubraciones tenebrosas, sufro con lo que pudo haber sido y no fue. Y respiro tranquilo al saber que hemos dejado atrás esa pesadilla. Es fácil comprender las lágrimas de quienes conocían la verdad cruda del Sporting, Quini, Gerardo Ruiz...lloraban de alegría y también de pena al saber que su Sporting había estado tan cerca del vacío. Abelardo, todo el cuerpo técnico y los futbolistas han recuperado para nuestro equipo su lugar en primera, la unión, el orgullo y las señas de identidad de una hinchada que se identifica con lo que ve sobre el terreno de juego. Pero ante todo han rescatado al Sporting de una muerte anunciada. En esta ocasión sí era cierto: "enfermería o puerta grande". Peor aún, cielo o infierno. Demasiado para un grupo de chavales que en su mayoría habían jugado sin presiones en segunda "b" la campaña anterior. Una vez más la solución se halla en el origen, las raíces, el corazón. Todo pudo cambiar, lo sé, el remate de Caballero, las ocasiones del Girona...pero no fue así, se impuso el orden caprichoso de la justicia poética que aflora tan sólo cuando miles de corazones laten al unísono. Y me siento en deuda con ese destino maravilloso que ha puesto paz futbolística en mi interior, ya no sólo como sportinguista sino como amante del Deporte Rey en el que impera el olor del dinero. Y recuerdo a todos aquellos que hicieron grande a mi equipo, y tengo la sensación de escuchar el eco de la risa rota del gran Preciado, satisfecho. Contra viento y marea, navegando en aguas
turbulentas, arreglando en el césped lo que otros habían destrozado en los despachos. Que no se repita la historia. He sentido un escalofrío al escuchar alguna voz asegurando que con dos o tres temporadas en primera división se liquidaría por completo la deuda. Me recuerda tanto a lo del último ascenso...Sentemos las bases de un gran proyecto, dejen trabajar a quienes saben de fútbol y destierren de una vez por todas a aquellos que han arrastrado al club al borde del precipicio.
Todo sportinguista guarda un álbum en su memoria, momentos mágicos que permanecen imborrables: el verde tapete del Molinón, los goles de Quini, aquellos regates de Enzo Ferrero por la banda izquierda, David Villa dando sus primeros pasos... Pero han llegado los puños al viento de Pablo Pérez después de una victoria, las galopadas de Jony, la solvencia de Luis Hernández y la elegancia de Bernardo Espinosa, la casta de Sergio Álvarez, la clase de Nacho Cases, el pundonor de Guerrero, las paradas del Pichu Cuéllar... Esa piña en el centro del campo al final del partido. Sí amigo, has tenido el privilegio de presenciar algo irrepetible, testigo de la historia, de uno de los equipos más grandes, leyenda viva del Real Sporting de Gijón.
A veces me froto los ojos al pensarlo, al saber que no ha sido un sueño, que la próxima temporada quizás nos reserve algo todavía mejor. Eso sí, en el lugar que nos corresponde, en primera división.
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