Advertencia: Este artículo puede contener palabras mal sonantes, improperios y verdades demasiado crudas susceptibles de herir la sensibilidad del lector.
Ahora que estamos en completa intimidad os contaré una cosita; no es el momento de metáforas ni de prosa poética. Es el momento de la sinceridad abrupta, de agarrar el toro por los cuernos y decir a las claras que parecemos gilipollas pero que en realidad no lo somos.
Veréis, hace años quisieron vendernos un proyecto de ciencia ficción para nuestra ciudad, el mar de vías que partía Gijón en dos, iba a transformarse en un espacio cosmopolia con edificios de diseño, zonas verdes y una maravillosa estación intermodal cabecera y fin de trayecto del AVE. Era fácil tragar el anzuelo, creerse las mentiras plasmadas por un puñado de políticos sedientos de votos. Todo parecía tan bello, tan limpio...vivir en aquel entorno virtual habría de ser por fuerza algo así como la felicidad plena. Y ¿por qué no?, en otros lugares tenían un ovni encajado entre torres de viviendas, museos de la ciencia megalíticos, y puentes colgantes espectaculares. Eso sí, después supimos que el ovni estaba averiado, que el museo de la ciencia había cerrado por ausencia de visitantes y que el puente colgante servía únicamente para unir las afueras del pueblo con un campo yermo en el cuál estaba proyectada la construcción de un parque temático que jamás existiría. Ficción pura. Pero yo, y sé que no fui el único, no me lo creí. Quizás porque conozco bien esta ciudad, sus males endémicos. A los gijoneses nos quedó el solarón y un túnel que pocos recuerdan; atraviesa la ciudad de punta a punta y mucho tiene que ver con esa estación que no se construirá. Y ahora llega la ministra a explicarnos el concepto: "Gijón perdió el Norte". "Ja, ja, ja. Sois unos cretinos y unos mamones, ¿quién os mandó votarlos?, ahora os jodéis y punto". Más o menos ese fue su esperanzador mensaje. "Tenéis solarón para rato, idiotas." Que nadie dude un sólo instante de mi rotundo sentimiento democrático pero conviene aclarar que nuestros políticos son unos cabrones. Se arrojan los unos a los otros proyectos, utilizan el orgullo ciudadano como arma letal, inaugurando obras en el momento preciso, siempre con las elecciones a la vuelta de la esquina. Las personas carecen de importancia, los números mandan. Y mientras, el aislamiento de Gijón continúa creciendo. Nadie sabe cuándo dejaremos de tener una estación de autobuses paupérrima, si algún día el tren de alta velocidad llegará a nuestra ciudad o si por fin dejarán de leerse en la prensa titulares tan sonrojantes como: "Gijón perdió el tren", "El AVE emigra," "Viaje sin retorno", "Gijón en vía muerta". Harto de ver como el soterramiento de vías férreas se ejecuta en otras ciudades mientras nosotros nos mareamos con el tren de la bruja.
Serafín, un primo de un primo mío atraviesa el solarón casi a diario, vive en las inmediaciones de Magnus Blikstad, y cada atardecer intenta diluir su frustración paseando por la playa de Poniente. Todo después de una larga jornada de trabajo sin trabajo. Una sombra más, otro número que engrosa la estadística del desempleo. Sale por la mañana a repartir currículums como quien buzonea con panfletos publicitarios las comunidades de vecinos, navega por internet, acude a entrevistas y cruza desolado hacia el Cantábrico buscando sosiego. Después, de camino a casa, siempre se detiene unos minutos con la vista al fondo sobre la extraña pareja que componen el rascacielos de Bankunión y la Iglesia de San José. Ahí se plasma la descripción más acojonante de su propio interior, el vacío, la puesta en escena del despilfarro, de los delirios de grandeza que a él le han arrastrado hasta la desesperación. Permanece meditando, destilando metáforas y jurando en arameo con el nombre de algún representante público siempre en la boca, en voz baja, procurando que nadie oiga sus insultos, su profundo desprecio a la clase política, no sea que un buen ciudadano pase a su lado y le increpe igual que acostumbran en las tertulias de la tele: "¡Cállese usted, demagogo de mierda!"
Ya somos 2 los que estamos hasta los cojones de esa gentuza y sus ínfulas de grandeza, Cuando paso por el solarón que dejaron estos hijos de puta ahí en el centro de Gijón tengo miedo que un día se me aparezca tarzán o la mona Chita
ResponderEliminarEs triste pero cierto, gracias por leer mi blog, un saludo.
ResponderEliminarsi señor las cosas claras, y como tal tu articulo es COJONUDO!!!!!!!!!
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