Doce meses han transcurrido desde el día en que vio la luz este blog. Una llamada al universo desde un rincón insignificante del planeta, el deseo de constatar que hay otros como yo, perdidos en la rutina, globalizados con problemas mediáticos, la brocha gorda del día a día. Yo soy más del detalle insignificante, el matiz de una mirada o la luz de un atardecer en septiembre, porque nada es igual, todo es comparable pero distinto, delicioso. Y deseaba saber si en ese universo existían personas como yo, que sienten lo que yo siento al cerrar los ojos y respirar el aire salado de mi playa. Una quimera tal vez, pero quise probar. Lancé un grito desesperado tratando de pintar con palabras los paisajes que anidan en mi corazón, paisajes de una ciudad perfecta para soñar, un escenario idílico donde cultivar recuerdos. Sabía que un proyecto así, el breve sueño de un gijonés, nacía acotado. Doscientas ochenta mil almas es tan sólo un puñado de arena en comparación con todas las playas de nuestro planeta. Prefiero la intimidad, la conversación en voz baja, el deleite del pianísimo. Y una vez en esa tesitura, desgranar recuerdos, compartir un amor inexplicable por un Gijón que siento en la piel. Podría convertir sus calles en un maravilloso plató de cine, en el retrato de la melancolía o en la encarnación de la fiesta, del deseo ferviente de seguir vivo para siempre. A ti que sigues leyendo, que sabes como nadie de lo que hablo, de esa bruma del Cantábrico, de esas noches incomparables desde el Campo Valdés, envuelto en el rumor de las olas, nada he de decirte que no sepas, nada que no hayas sentido dentro del alma. Si formas parte de aquellos gijoneses que se han ido lejos, sabrás como nadie que una parte de ti sigue vagabundeando por las calles de Gijón, perdida entre los ecos del recuerdo, aguardando tu vuelta. O tal vez seas de los que se han colado en esta película; no te sientas extraño, te llevaré de la mano por mi ciudad, trataré de desvelar la claves de su belleza asimétrica, su magia y sus secretos más sensibles. Y a quienes habéis permanecido fieles desde el principio pensad que sois parte de este blog, que viviréis eternamente en sus historias, en cada relato con el que os habéis identificado, el alma de Gijón que nos hace reconocibles, esgrimiendo ante el mundo un orgullo sano de mostrarnos tal y como verdaderamente somos.
Un año de imágenes, de palabras que nacen en mi barrio, en la memoria caprichosa, transformadora, cuando todo era inmenso, cuando llovía y hacía mucho frío, cuando los veranos eran largos y cálidos. Sin embargo siento que la niñez es una estación que ha quedado muy atrás. El viaje sigue, semana tras semana, trocitos de mi Gijón en los que tú serás protagonista. ¿Se te ocurre un lugar mejor dónde soñar?
Muchas gracias, amigo.
Con que rapidez pasa el tiempo, ¡un año ya!, Sólo quiero darte las gracias por escribir acerca de la mejor ciudad del mundo, sin duda cuando alguien habla del paraiso se refiere a nuestra ciudad.
ResponderEliminarMuchas felicidades, Carlos y lectores. A por el siguiente...
ResponderEliminarMuchas felicidades, nosotros acabamos de conocer el blog y aquí nos quedamos en primera fila.
ResponderEliminar¡Qué alegría me das! Espero no defraudarte con mis artículos, muchas gracias por leerme. Bienvenida.
Eliminar