Gijón se renueva cada verano, el mes de agosto le pertenece, es un homenaje pleno a su carácter abierto. La feria, el teatro, los conciertos, la semana grande, los fuegos artificiales, la sidra...Cada año aparecen nuevas sorpresas en escenarios diversos: el Jardín Botánico, la Laboral... La ciudad late en sus calles con intensidad, se respira buen ambiente en sus bares, en sus terrazas repletas, y ahí es donde reside
la grandeza del agosto gijonés, en una Cimadevilla palpitante, en un barrio del Carmen efervescente. No puedo evitar que un orgullo intenso me invada por dentro al pasear por sus calles, al saber que formo parte de ese Gijón del alma, y cuando recuerdo que pronto estaré lejos, las dudas se disipan al instante, el extraño que habita mi piel me abandona y vuelvo a ser yo mismo, lleno de emoción al saber que nuevamente dejaré atrás el oscuro anochecer brumoso de su cielo.
Agosto es el final del camino, donde todo termina y todo comienza. Los años se renuevan por estas fechas, nacen proyectos y enterramos fracasos. He guardado silencio durante este mes, he recuperado mi ciudad, la he respirado y regreso cargado de historias que contar, sensaciones que compartir y con la certeza de llevarme dentro un trocito de Gijón.
Los últimos días de agosto son como un preludio del adiós. Guardaré el sonido de las hojas que el viento mece en el parque de Isabel la Católica, el olor de la mar y esa luz de septiembre que se desvanece, insoportablemente bella desde San Pedro hasta el fondo de mi corazón.
Lo de este verano en Gijón fue algo indescriptible. Mareas de gente por donde quiera que ibas.
ResponderEliminarHabía ganas de salir y supongo que de huir del calor.
Saludos Carlos.