lunes, 17 de noviembre de 2014

El Grandonismo Hecho Edificio

      Hay que admitir que los gijoneses somos un tanto peculiares. Nos encanta opinar en plena calle acerca de nuevos proyectos urbanísticos, rumores y propuestas que muchas veces duermen el sueño eterno sobre los planos del arquitecto que los ideó. Tampoco es raro ver a un puñado de jubilados contemplando con cierta nostalgia las evoluciones de una grúa moviendo ladrillos de un extremo al otro de la obra, para luego, una vez concluido el trabajo, bautizarlo con un nombre apropiado, superlativo, hiperbólico. Es, sin duda, un rasgo genuino de nuestra gente, socarrona y con tendencia natural al dramatismo.
      Y curiosamente, en Gijón existe un edificio que representa nuestro carácter apasionado, cáustico y grandón; se trata de la Universidad Laboral. El edificio de Luis Moya aparece desparramado en mitad de la bellísima parroquia de Cabueñes, a los pies del Alto del Infanzón. Se proyectó como la encarnación de una ideología, en plena dictadura franquista; un complejo arquitectónico capaz de autoabastecerse, la autarquía piedra sobre piedra, cuajada de símbolos fascistas, sello propagandístico del régimen. No por casualidad se decidió que Gijón fuese el lugar idóneo para levantar un edificio como éste; nuestra ciudad era bastión republicano, tierra de mineros y proletariado. A las puertas del desarollismo Gijón estaba a punto de experimentar la mayor transformación de su historia, la población se multiplicaría hasta convertir a la villa en una gran ciudad. Pero los gijoneses miraban con recelo al gran coloso, sus doscientos setenta mil metros cuadrados dilapidaban todo grandonismo anterior; ni la Escalerona, el Molinón o la Iglesiona se acercaban a la sombra del nuevo monumento. Tal vez por eso, un tanto anodadados por sus cifras megalíticas, los habitantes de Gijón fueron incapaces de bautizarlo. La ocasión lo hubiese merecido ya que no existía en España construcción más grande que aquélla; sin embargo nadie osó intentarlo. Había un evidente desapego, pocos se enorgullecían de él, formaba parte del paisaje, era una referencia visual desde la Providencia hasta el Cerro de Santa Catalina, poco más. La mayor parte de los gijoneses jamás habían cruzado el impresionante arco de medio punto que delimita su entrada, había heridas que aún sangraban y para algunos resultaba lacerante el yugo y las flechas esculpidos sobre la piedra. Pero nadie sospechaba que aquel monumento era el grandonismo gijonés hecho edificio. Con una plaza neoclásica similar en extensión a la de San Marcos en Venecia, una torre de ciento treinta metros de altura, (lo que la convierte en el edificio de piedra más alto de España), una iglesia (desacralizada) de planta elíptica con ochocientos siete metros cuadrados, la mayor del mundo de sus características, una cúpula espectacular con una cubierta a veinticinco metros del suelo y con un peso de dos mil trescientas toneladas, un auditorio con capacidad para casi mil ochocientas almas, ¿alguien podría negar la grandeza del edificio?
      La Laboral está abierta al mundo, es un placer caminar por su plaza, circunvalar su perímetro, descubrirla desde los ángulos más inusuales, ascender hasta lo alto de la torre y recrearse en la hermosura de la ciudad a vista de pájaro, disfrutar de un concierto al aire libre o de un musical en el Gran Teatro. Se ha convertido en visita obligada para el turista y los gijoneses la valoramos, al fin, en su justa medida. De cualquier modo la inmensidad del monumento hace de él un tesoro de difícil manejo, dentro de la Universidad Laboral hay espacios ruinosos que exhiben un abandono sobrecogedor, focos de suciedad que contrastan con la impoluta limpieza de los lugares más visitados. Dinero, siempre el vil dinero.
      Más que un edificio es una ciudad, permeable, llena de inquietudes culturales, innovadora, un continente  fabuloso dotado de contenido, deliciosas excusas para visitar el monumento más importante de nuestra ciudad, historia reciente, futuro esperanzador, lleno de posibilidades, un retrato del Gijón que mira hacia delante sin abandonar nunca el propósito de seguir siendo gigantesco.

1 comentario:

  1. Llevo subiendo practicamente a diario unos 7 años (consecuencias de ser padre de una niña/chica música), cada semana, por no decir cada día descubro algo nuevo en la enorme edificación, Una pena los sitios (más de los deseados) en franco abandono pero a estas alturas de la película de la crisis ye lo que nos queda por desgracia.

    Veo a los visitantes ir con guías por el edificio y tenías que ver la cara de alucinados que ponen algunos ante la grandiosidad de La Laboral.

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Carlos Álvarez Castañón