lunes, 31 de agosto de 2015

Sporting Vintage

 
       Curiosamente el destino de las pequeñas cosas se plasma ante nuestros ojos de modo un tanto caprichoso. Veréis, tras el ascenso del Sporting a primera división, programaron en "Teledeporte", de Televisión Española, un partido de nuestra época dorada: Sporting - Real Madrid. Año mil novecientos setenta y nueve, finales de noviembre, cuando el frío era más intenso, los campos se embarraban con la lluvia y la grada de El Molinón entonaba al unísono el nombre de su equipo del alma. Eran tiempos de garra, patadas y almohadillas que volaban a ras de césped. Paisanos con bigote, con barba y con pelos en las piernas, que luchaban cada balón como si fuera el último. Un fútbol de carne y hueso, humano y áspero, sin poses ante la cámara, sin peinados extravagantes, sin bíceps musculados ni torsos esculpidos. Aquellos jugadores habían crecido en campos de arena, patada a patada, sin tiempo para mirarse en el espejo.
      Y allí estaban los dos equipos disputándose el liderato, a cara de perro, con un Molinón que apretaba al rival, al colegiado y a quien se pusiera por delante. Era un público que deseaba el triunfo de su equipo porque no sentía otros colores que el rojiblanco. En aquel partido nacieron varias cosas: un cántico antimadridista, una  identidad y un espíritu de lucha que nos hace distintos. Teníamos a Quini, Ferrero, Joaquín...El Madrid contaba con Pirri, Santillana, Juanito...Treinta y seis años después todo ha cambiado; el equipo blanco ha crecido al calor del dinero, los medios de comunicación se han convertido en palmeros, otorgando protagonismo a cualquier nimiedad, son capaces de inventarse un programa de radio de dos horas y media debatiendo acerca de la crisis goleadora de Cristiano Ronaldo o del dolor de muelas del ayudante del utillero que se encarga de colocarle la ropa en su maravilloso vestuario personalizado. Sí amigos, he sido testigo del ninguneo a nuestro Sporting en esta primera jornada de liga, por un momento pensé: "quizá el todopoderoso Real Madrid juegue en el Molinón consigo mismo". Pero no, en frente había un grupo de guajes, que según cierto comentarista radiofónico caerían derrotados, aplastados y humillados irremisiblemente; no en vano ante ellos se desplegaría la máquina perfecta del fútbol actual. Y aquí es donde yo descubro los caprichos del destino, la mano oculta que teje la belleza de los pequeños detalles: El partido liguero del año setenta y nueve por televisión, el sorteo del calendario y el estreno ante el todopoderoso. Nadie apostaría por los nuestros, pero yo, y sé que unos cuantos sportinguistas como yo descubrimos en aquel Sporting Vintage, la misma esencia que los superguajes atesoran y que ya habían plasmado sobre el terreno de juego la pasada temporada, una especie de reencarnación, la constatación de que seguimos siendo el gran Sporting capaz de todo, COMPETIR, con mayúsculas. No importa el rival, ni los minutos de radio que acaparen, ni las cuñas publicitarias que protagonicen los integrantes de su plantilla. Once paisanos entregándolo todo, jugando de memoria, dándole el valor necesario a la disciplina y a la sencillez. La solidaridad frente al egoísmo, cantera contra cartera. Por una vez, aseguran algunos con soberbia, os ha salido bien. Se equivocan, este es un camino sin retorno, la solución para un club mal gobernado, que a punto estuvo de instalarse en el limbo de la nostalgia perpetua. No, el Sporting ha llegado para quedarse, para revivir partidos como el del setenta y nueve, pero ahora en color, en alta definición. Esas imágenes borrosas en las que rozamos la gloria han de permanecer nítidas en la memoria colectiva del sportinguismo, porque en ellas reside la grandeza y el orgullo.
      ¡Shhhh...!que nadie hable de nosotros, que los informativos nos ignoren, silencio. Y cuando se pregunten: "Pero estos muchachos, ¿de dónde han salido?" Responderemos con la cabeza bien alta: "Venimos de Gijón, la ciudad que sueña el fútbol sólo en rojiblanco".

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Carlos Álvarez Castañón