sábado, 30 de abril de 2016

Abril

   
      Era la una y pico del mediodía, sábado resplandeciente de vermut y paseo por el Muro, marea baja, chavales corriendo detrás de un balón sobre la arena mojada...Paco se hallaba a la puerta del "Vértigo" aferrado a su cerveza, envuelto en sudor, con la mirada perdida mientras contemplaba su vieja Orbea descansando sobre el tronco de un árbol. Allí estaba un trocito de historia, la encarnación en hierro, aluminio y caucho de un sueño de libertad. Se la había regalado su madre por sorpresa, un día cualquiera que caminaban hacia su casa cargados con bolsas de fruta. Paco se detuvo como siempre ante el escaparate de "Sport 2000" y ella le dijo: "¿la quieres? Vamos, ha llegado el momento". Aquél se convirtió en uno de esos instantes indelebles a los que regresar como refugio cuando la vida no tiene sentido. Y pedaleó cada jornada con el aire en el rostro subiendo "La Providencia", bajando "El Infanzón", escalando "El Alto de la Madera", rodando por las carreteras asturianas hasta desfallecer. Solía hacerlo por estas fechas cuando comenzaba "la Vuelta", entonces, se ponía en la piel de los ciclistas y sufría con ellos sentado en el sofá del salón, luego, se enfundaba el maillot y emulaba sus hazañas. Eran buenos tiempos para la bici, no en vano, Pancho, Javi, Tito y el Piraña habían hecho de ella la herramienta imprescindible del adolescente libre. La bicicleta conectaba directamente con la infancia más tierna, con los recuerdos anclados para siempre en el momento de las primeras pedaladas sobre dos ruedas, un instante mágico, irrepetible, uno de los momentos transcendentales en la vida de cualquier ser humano, la bici era la independencia, la sensación más placentera. Sin embargo años más tarde llegó el descrédito, los controles antidoping, la humillación, los príncipes destronados, el engaño. El ciclismo cayó en la desconfianza, el gran público dejó de ilusionarse con los triunfos de sus ídolos, nada era real, la duda se había instalado y pocos creían en la limpieza de aquel deporte. Paco fue uno de tantos que se vio arrastrado por la indiferencia, dejó de ver las retransmisiones televisivas del Tour, del Giro, aparcó su Orbea en el cuarto de los trastos viejos y abandonó su sueño de juventud.
      Ahora, "veintipico" años más tarde contemplaba a su vieja amiga entre trago y trago. Rorro se acercó hasta él sorprendido, conocía los sueños de su colega mejor que nadie y le llamó poderosamente la atención ver a Paco ante uno de ellos.
-¿Vuelves a cabalgar?- preguntó Rorro en tono cordial. Su amigo tardó en responder, como si tratase de encontrar un porqué.
-Es diferente-respondió al fin.
-¿Ya no tratas de batir ningún récord?
-Las marcas y los cronómetros hace mucho que han dejado de interesarme. Vengo de una concentración de ciclistas.
-¿Tú?
-Ya ves...
-Siempre odiaste las manifestaciones de cualquier índole, sentías ansiedad, comenzabas a hiperventilar y te sobrevenían mareos incontrolados.
-Eso era antes. ¿Sabes Rorro?, en aquel lugar había personas de todas las edades: niños, padres, abuelos...sin ninguna pretensión, nadie acudía con espíritu competitivo, tan sólo compartir una misma idea, el amor por las dos ruedas, el mismo que yo había abandonado en el trastero, el que creía olvidado para siempre.
-Pero tú no montabas en bici por placer.
-¿Por qué sino?
-Deseabas el triunfo, llegar el primero a la meta, oír el aplauso de la gente. Ése era tu sueño.
-Pues se ha transformado con el paso de los años. No me interesa llegar antes a ningún lugar, tampoco escalar grandes cimas. Vivimos en una ciudad perfecta para gozar de la bicicleta, sin apenas cuestas, encantadora y bella. Tenemos la posibilidad de acudir a cualquier lugar sin agobios, sin humos, hay carriles bici a la vera del mar, a lo largo de las avenidas y un sinfín de parques y zonas verdes por las que transitar, parajes rurales donde perderse: Deva, Granda, Cabueñes... Te invito a descubrir todos esos caminos.
-¿Quién yo?
-Hay un Gijón que no conoces, al que se accede solamente pedaleando, que te brinda paisajes bucólicos, carbayeras centenarias, sendas fluviales, el sonido de los pájaros, el rumor del viento sobre los árboles...
-¿Desde cuándo te ha dado por esto amigo?
-Hoy mismo he rescatado a mi vieja amiga, o mejor, ella me ha rescatado a mí.
-Ya entiendo, esa iniciativa llamada: "Treinta días en bici". Y teniendo en cuenta que estamos en el último día de abril, ¿no te parece que llegas un  poco tarde?
-Tengo todo el tiempo del mundo ante mí. Me he dado cuenta al fin de que la alta competición cada vez
se parece menos a lo que yo amaba, la bicicleta, el deporte en estado puro, sin trampas, sin dopaje. No quiero más que buenos alimentos, aire fresco y mi corazón latiendo sosegado. Por cierto, ¿me traes otra cerveza?
-Ése es mi Paco.

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Carlos Álvarez Castañón