viernes, 15 de noviembre de 2013

El alma de Gijón

      No estoy loco, aunque a veces yo mismo dude acerca de una aseveración así. Cuando me encuentro solo en mi casa y el ruido del televisor se hace insoportable, pulso el botón rojo del mando a distancia y dejo que el silencio se haga dueño de mi pequeño rincón; cierro los ojos y después de unos segundos, aparezco entre las calles de Gijón; algo parecido a google maps aunque sin pantallas ni ratones que entorpezcan mi experiencia. Respiro hondo y mis pulmones se llenan de aire salado. Me hallo en un mágico lugar, a los pies de la Iglesia de San Pedro, con la bahía perfectamente iluminada y el cielo plomizo de nubes que se intuyen atravesando el nocturno paisaje en dirección a la Providencia. El viento eleva partículas de mar que flotan caprichosas en el aire, hay un rumor constante que advierte de un peligro latente y poderoso. ¡Qué besos en aquel rincón del mundo, cuántas miradas reflejadas en sus ojos!
      Cruzo la Plaza Mayor, hay grupos de personas que comparten el momento, ríen y beben sidra, los veo cobijados detrás del cristal e imagino el sonido repiqueteando sobre el vaso. Ya estoy en el puerto, las palmeras de los Jardines de la Reina parecen sombras negras que se recortan como fuegos artificiales petrificados. Camino sin rumbo, todo vale, me encuentro en el centro del alma y aquí me perdería para siempre, en ese centro que palpita a ritmo de bolero, de canción de amor desgarrada, que sabe a marisco fresco y nos habla de rincones auténticos,  de edificios modernistas con balcones vacíos, evocadores del Chiquito Londres, del tranvía que llegaba hasta Somió. Y si cierro más fuerte los ojos, puedo escuchar con claridad los ecos del astillero, el metal, el áspero carbón.
      Calle San Bernardo, los cafés, balcón a San Lorenzo y entrada al viejo barrio de pescadores. Cimadevilla, metamorfosis y cuna de Jovellanos; sabor a tablaos flamencos, a golpes de tequila con limón, a madrugada y borrachera eterna, donde caben todos, ensalzamiento de la amistad que se desvanece tras el amanecer.
      De tanto deambular,  se me ha despertado un hambre atroz. Me adentro en el barrio del Carmen, repleto. Gente que va de un bar a otro enfrascada en conversaciones. Mis amigos me esperan, como siempre llego tarde. Esta vez, en cambio, tengo disculpa: necesitaba contaros lo que siento al pasear de noche por las calles de Gijón.       

          


1 comentario:

  1. Creo que muchos emigrantes se sienten muy identificados con lo que aqui se escribe. Quien,que este tan lejos de Gijon, no cierra los ojos de vez en cuando para 'revivir' tantas sensaciones paseando por las calles de nuestra ciudad?..Gracias por transportarme a ella!

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Carlos Álvarez Castañón