lunes, 2 de junio de 2014

El Edén

      Se reía Lucas al escuchar la mítica canción del grupo Ketama, aquélla que decía: "Vente pa' Madrid". Los hermanos Carmona describían con ritmo flamenco la honda tristeza de un primo suyo que un día tuvo que abandonar su Getafe natal. Lucas, un trotamundos que ahora forma parte del selecto grupo de mis mejores colegas en el exilio, conocía bien ese pueblo al sur de la capital. Grafitis e interminables bloques de ladrillo con pequeñas ventanas en las que miles de personas trataban de sobrellevar el día a día. Y digo que Lucas estaba al tanto de aquellos paisajes porque él nació allí, creció entre el cemento, lejos del agua y el verde resplandeciente de la vida. La semana pasada mi amigo me telefoneó, deseaba hablar conmigo urgentemente, así que esa misma tarde quedamos en una cervecería, cerca de su oficina.
-¡Qué callado lo tenías, mamón!- me espetó en cuanto nos vimos.
-Yo también me alegro de verte- puntualicé con sorna. Lucas había pasado diez días en Gijón organizando un grupo de trabajo recién instalado en Asturias. Me explicó dónde estuvo alojado, ciertos pormenores de su labor a lo largo de esos días en Gijón y pronto fue al meollo del asunto. Era gratificante descubrir que otros ojos podían ser capaces de ver lo mismo que yo veía. No me habló de la playa de San Lorenzo, ni de Cimadevilla, tampoco mencionó el barrio del Carmen o el sabor de la sidra, Lucas quedó impresionado por lo que él mismo bautizó como "El Edén": El Parque de Isabel la Católica, el Molinón, el Palacio de Deportes, el Museo Etnográfico del Pueblo de Asturias, el Recinto Ferial, el Grupo de Cultura Covadonga, las Mestas, la Laboral, el Jardín Botánico...Me reprochaba no haberle comentado nada acerca de ese tesoro que se concentra en poco más de tres kilómetros, accesible y humano, ubicado en un entorno idílico. Le recordé que cada semana tengo la saludable costumbre de derramar palabras de amor hacia mi ciudad, sin esperar nada a cambio, pasión y fuego que late su ausencia.
-Déjate de poesía barata- me interrumpió- ¿acaso se te había ocurrido escribir sobre lo que te estoy contando?
-Por supuesto, lo tengo todo bien amarrado.
-¡Cínico!
      Que Lucas no leía las entradas de mi blog era algo evidente. La pasada semana ya adelanté lo que se encuentra "Al Oeste del Edén" con la intención de aclarar que Gijón ha sido una ciudad capaz de hacer realidad sus propios paraísos a base de esfuerzo, crecimos buscando siempre la orilla del mar y tuvimos el mérito de crear un maravilloso lugar donde vivir. Sin embargo, el primo de Ketama derramaba lágrimas y lágrimas al dejar su Getafe del alma, subjetividad pura y dura. Porque, después de todo, los rincones de nuestra cotidianidad son los que marcan el devenir de nuestros sentimientos: la calle que nos ve pasar cada mañana, el café en el que fuiste capaz de robarle un beso a esa chica morena, el color de la rutina, bendita y predecible. Todo esto es el milagro que se esconde en cada ciudad, pero ¿por qué tengo la sensación de que Lucas estaría encantado de cambiar, sin pensárselo dos veces, sus recuerdos en Getafe por una hipotética niñez en esa villa marinera...?        

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Carlos Álvarez Castañón