lunes, 25 de noviembre de 2013

El tren de la bruja

      Jamás olvidaré aquellos maravillosos años en los que Paco, Rorro y yo, nos acercábamos hasta las inmediaciones del Molinón, en pleno mes de Agosto, para disfrutar del pequeño parque de atracciones que allí se instalaba. Una modesta noria, nada que ver con esa impresionante mole que preside esos bulliciosos chiringuitos de la Semana Negra, los míticos coches de choque, amenizados por rumbas canallas de "Los Chichos", un puesto de tiro al blanco con escopetas de perdigones perfectamente revisadas para no acertar  ni por casualidad en el dichoso palillo que sujetaba un inservible peluche y finalmente, nuestras atracciones favoritas: Paco estaba maravillado con los efectos alucinógenos del "Pulpo". A lo largo del viaje, lanzaba gritos que se escuchaban desde más allá del Natahoyo; luego, con los pies en tierra firme, permanecía excitado durante casi una hora contagiándonos su desbocada adrenalina. Rorro, prefería "El caserón de los muertos vivientes", un misterioso lugar, claustrofóbico y carente de todo tipo de medidas de seguridad; de auténtico pánico. Yo, en cambio, sentía una atracción irrefrenable por "El tren de la bruja". Quizá tal predilección fuese motivada por la oscuridad del túnel, o tal vez porque el ferrocarril siempre ha sido para mí un medio de transporte diferente, metafórico y evocador.

       Estos recuerdos afloraron en mi mente justo cuando me fustigaba un rato viendo el telediario de las tres(definitivamente, el pobre está peor que las maracas de Machín, pensaréis). Antes, dejad que os explique: La noticia que provocó la chispa, aunque parezca mentira, era referente a la crisis. Hablaban de aeropuertos, ciudades del arte, monumentos absurdos que homenajeaban al mal gusto, dinero tirado, o peor aún, robado por intermediarios que inflaban presupuestos y dilapidaban recursos del contribuyente. Y de pronto, al contemplar una bacanal tan grotesca, afloró ese tren de la bruja que tanto me divertía. Sin embargo, en esta ocasión no atravesaba el breve túnel de antaño en el recibíamos escobazos entre carcajadas, sino que viajaba por el oscuro agujero que cruza el subsuelo de Gijón, desde el Humedal hasta Cabueñes: El túnel de la risa, también conocido como "túnel del metrotrén". Permanecía en el olvido, al menos en algún recóndito rincón de mi memoria, pero siempre hay vergüenzas que destapan otras vergüenzas. Y mientras la treintañera presentadora de amelcochada cabellera seguía narrando con asepsia de cirujano el rosario de desgracias acaecidas esa jornada, yo, encadenaba el metrotrén con ese otro proyecto de ciencia ficción que se pretendía ubicar en mitad del mar de vías; imaginé la cínica sonrisita del creador al saber como nadie que allí nunca se construiría un hotel de treinta plantas, ni zonas de paseo, ni la sobredimensionada estación intermodal. Y como ya no tenía freno, decidí atravesar la bahía y aparecer en los ruinosos terrenos del Rinconín, en los cuáles se quiso llevar a cabo en su día un interesante proyecto,  "Salamandra",  que, obviamente tuvo un final idéntico al del casino, el apartahotel o el centro de ocio y hostelería. Males endémicos de nuestra ciudad, ideas y proyectos que nunca llegan a fructificar, condenados a dar vueltas y vueltas, vueltas y más vueltas, igual que "El tren de la bruja".



1 comentario:

  1. Yo recuerdo un proyecto muy guay que pretendía soterrar la circulación del muro de San Lorenzo ,y no solo la de los coches,también el tren ,que en el dibujito que se podía ver en el periódico aparecía a la orilla mismamente de la playa.¿Os imaginais pasar por ese hermoso e hipotético camino al lado de la playa con una mareona?...las olas rompiendo en la ventanilla del tren...podría ser un tren submarino incluso.Vamos que si Julio Verne levantara la cabeza,pensaría que su obra 20000 leguas de viaje submarino era un tebeo al lado de semejante proyeztazo...¡Que pena!

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Carlos Álvarez Castañón