martes, 10 de diciembre de 2013

A Kike Amado


      Más que sus edificios, sus plazas, el entramado de sus calles o incluso el emplazamiento geográfico, lo que realmente define a las ciudades son sus habitantes. En ellos reside la historia, construida casi siempre, a base de sufrimiento diario y anónimo que no se halla impreso en los libros sino que circula a través de la voz de sus gentes y que en Gijón se manifiesta en  improvisadas tertulias a pie de San Lorenzo o en algún café de la calle Corrida. Anécdotas que se transmiten con un color muy particular, sarcasmo e ironía en cada observación. El gijonés siente un orgullo ciego por lo suyo, un amor hondo que lleva consigo allá donde esté, muy crítico e inquieto, jamás indiferente cuando se trata de su ciudad.
      Kike Amado fue uno de los nuestros. Un gijonés arquetípico. Gran conversador, afable y solidario, de mirada limpia y corazón inmenso. Sabía escuchar, empático y sincero. Su porte era elegante, de película en blanco y negro, de esa etapa gloriosa del cine de Hollywood en la que los actores no parecían terrenales. Sin embargo, él lo era, brindaba su ayuda a quien se lo solicitase. Fue pregonero en numerosas fiestas del entorno rural, siempre desinteresadamente, siempre dejándose el alma en cada verso que componía. Le sobraba con los aplausos y el cariño de la gente. Escribió cinco libros que pudieron ser muchos más ya que su actividad creativa duró casi hasta el final. Nunca pidió nada a nadie para lograr aquellos fines que perseguía.Sus poemarios pasaron por la imprenta gracias a su propio esfuerzo y al amor por todo cuanto le rodeaba, su familia y su Gijón del alma. Hablaba de la playa o de sus rincones como solamente lo haría un enamorado quinceañero que acaba de conocer a la chica de su vida. Casi todo en este mundo tiene un final, aunque yo estoy en la certeza de que esa pasión de Kike Amado por su ciudad  no ha terminado y no lo hará jamás. Se puede amar después del último viaje, sin duda, habiendo conocido a Kike es algo que nadie, aunque se empeñe, puede rebatirme. Porque ese mar bañó su piel más de mil veces, porque Cimadevilla recuerda sus paseos con Luisa por sus calles empedradas, porque cada rincón del centro añora su voz y su risa.
      Ósmosis, ésa es la clave de todo. Gijón es su gente y su gente es Gijón. Diferente al resto, entrañable y pura, irreductible. Por eso, no resulta difícil imaginarse a Kike Amado compartiendo tertulia con sus amigos en el Campo Valdés, o mejor aún, apoyado en la barandilla del muro contemplando en silencio la silueta recortada en el horizonte de la iglesia de San Pedro, meditando.     

3 comentarios:

  1. Gran poeta, gran persona, inolvidable. Amaba a Gijon como nadie....

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    1. Un gran hombre y caballero, uno de lo gijoneses que mas amo su ciudad. Esta bien recoradar a los que ya no estan y sobre todo cuando dejan huella

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  2. Yo le conocí...Era un gran hombre...Si hubiera mas gente como el, este mundo y este Gijón que tanto amó,sería mucho mejor...

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Carlos Álvarez Castañón