lunes, 21 de julio de 2014

El Concierto de mi Vida

      Hoy he de hablaros, una vez más, y tal vez no sea la última, del estadio de mis amores, El Molinón. Pero en esta ocasión no tengo en mente partidos épicos del viejo Sporting, ni tampoco domingos de fútbol y pasión. "El Templo" es mucho más que un recinto deportivo. Desde la década de los ochenta, el campo gijonés se ha convertido en el epicentro de los macroconciertos asturianos. Miguel Ríos dio la bienvenida a otros muchos que fueron elevando el listón hasta registros insuperables. Aquél fue un concierto polémico, una especie de segunda parte del Alemania-Austria del mundial de Naranjito que terminó como el rosario de la aurora. Un modo un tanto curioso de estrenar los nuevos graderíos que ampliaban el aforo del estadio hasta los cuarenta y cinco mil espectadores. Pero sería la incombustible Tina Turner la mujer que transformase la polémica en armonía y en éxtasis. La norteamericana dejó huella en un público fiel, simplemente memorable. Gijón había roto fronteras, aparecía en los mapas y se lanzaba hacia una fascinante carrera al estrellato: Dire Straits, Sting, Paul McCartney, Bruce Springsteen...Pero aún faltaba lo mejor, el as en la manga que sorprendió a propios y extraños; la aparición a la vera del Piles del controvertido Mick Jagger en el verano del noventa y cinco. The Rolling Stones, sus satánicas majestades en carne y hueso, dándolo todo en rojiblanco.
      El escenario ubicado en el fondo norte, lugar que ocupa la portería popularmente conocida como "la de los goles", es un espacio inmejorable para marcar un "hat-trick". Y ¿quién más apropiado para ello que el jefe, el gran goleador del Rock & Roll? Pura delicia para una afición entregada. Bruce Springsteen; tres veces, nada menos. La del  pasado año, además, como única comparecencia en territorio español. Pero conviene puntualizar que Gijón dispone de numerosos recintos para grandes conciertos, lugares que se adaptan al evento como un guante. El Pabellón de La Guía, desde que Pavarotti lo inaugurase con uno de sus recitales, ha albergado a grupos y solistas de carácter nacional e internacional. Las Mestas con Prince o David Bowie, la plaza de toros del Bibio o el recinto ferial, son alternativas al centenario campo del Sporting.
      Algunos inconscientes desprecian este tipo de eventos, dicen que los fans llegan a la ciudad y la abandonan justo después del concierto, que apenas generan riqueza. Sin embargo la respuesta la tiene toda esa gente que duerme a las puertas del estadio, que recorre cientos y cientos de kilómetros para estar cerca de sus ídolos, aquellos chavales que descubren la grandeza de la música en momentos irrepetibles como estos, que al día siguiente acuden a la tienda de discos para profundizar en ese mar que acaban de descubrir en vivo y en directo. Cuando comienza a sonar la música, una corriente atraviesa desde el escenario hasta el último poro de la piel de cada espectador. Todos sienten lo mismo, todos sueñan un mismo sueño que se hace eterno en mitad de la noche iluminada por las luces de colores.
      Un gran concierto es como un gran viaje, te acompaña el resto de tu vida, te ensancha el alma. Y todos cuantos llegan aquí de lejos, saben que Gijón, de algún modo, formará para siempre parte de sus vidas.     

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Carlos Álvarez Castañón