martes, 15 de julio de 2014

Tributo a "Los Locos"

     
      Desde los primeros acordes de "Hotel sin baños" estaba claro que algo grande iba a ocurrir. Yo acababa de entrar en mi casa con el disco bajo el brazo, presa de esa excitación que precedía a un momento especial; comprar un L.P. no era asunto baladí, la música tenía peso en nuestras vidas, marcaba tendencias y suponía un esfuerzo económico que nos obligaba a llevar a cabo una labor crítica antes de invertir nuestros pequeños ahorros. No primaba la cantidad sino la calidad. Escuchar la cara "A" de un vinilo constituía en ocasiones la realización de un viaje al maravilloso mundo de lo intangible. Y la guitarra de Paco Martínez no había hecho más que un esbozo de lo que me esperaba. A continuación, bajo y batería, casi a la par, fundíéndose en un todo contundente, y la voz de Carlos Redondo que desgrana un texto brillante. Acababa de nacer un admirador fervoroso de "Los Locos". Aquella tarde estuve varias horas encerrado en mi habitación, absorbiendo cada detalle de lo que escuchaba, incorporándolo a la banda sonora de mi vida. Joyas como, "Cebo para otros brazos", "Así cayeron los dados" o "Detrás de la verdad", hicieron que el tiempo se detuviera en aquellas piezas deliciosas, repletas de buenos arreglos, equilibrados metales y una desnudez vibrante del trío que era en sí la esencia del grupo. A lo largo de unos cuantos meses mis vecinos apenas conseguían librarse de la música del grupo gijonés. Aprendí de memoria sus letras, traté de contagiar mi fiebre loquera a todos mis amigos y sé que alguno me tomó por un verdadero demente, pero nada importaba, me sentía como un privilegiado capaz de ver lo que otros no veían. Recuerdo un concierto del grupo actuando como teloneros de "Danza Invisible", formación malagueña de notable éxito. Paseo de Begoña, mes de agosto y mi admiración hacia ellos in crecendo. Disfruté del momento y me fui de allí cuando "Los Locos" abandonaron el escenario, paladeando las melodías que arraigaron en mí una semilla que hoy en día sigue creciendo. Era un sonido diferente, sabia fusión entre pop, funk, jazz y soul, ingredientes que terminé descubriendo y que me abrieron de par en par las puertas del cielo. Sin embargo, ese primer disco pasó de puntillas entre el gran público a pesar de las buenas críticas de algunos medios. Después apareció el Maxi-Single que incluía la versión del clásico de Aretha Franklin, "I say a little prayer", un ejemplo paradigmático de lo que ha de ser el homenaje a un gran tema. "Don´t you wonder?" y "Just insinuation", completaron el disco que destapaba la genuina raiz norteamericana de la banda. "El segundo de los locos" fue su siguiente L.P. y en él se advertía una evolución, una ruptura que se iba a acentuar en "Algo salvaje" y en "Un zumbido de amor". Fueron abandonando sus orígenes acústicos para adentrarse en un universo mucho más electrónico, de bajos sintetizados y arreglos barrocos. De esta etapa surgieron inolvidables temas como "Alguien trama lo peor", "Guarda esta noche para mí" o su celebérrima "Lección de baile". Pese a los cambios (aparentemente, poco tienen que ver entre sí, "Algo que se esconde" con "Guerra santa") la formación nunca dejó de lado la creatividad y la frescura, y lo que aún es más importante, el hilo conductor en la música del grupo: sus textos. Boni Pérez es por méritos propios el cuarto miembro de "Los Locos", narrador de tantas historias inspiradas en el mundo del cómic, la novela negra o el más rotundo desamor.
      Echo de menos nuevas canciones, y maldigo al destino que ha hecho que los dados cayeran así, privándome de la imponente voz de Carlos. Sueño con un concierto imposible, que todo vuelva a empezar, desde Marrakech o desde New York. Han sido cuatro L.Ps. y dos Maxi-Singles, un legado estupendo. A veces pienso que "Los Locos" simplemente son parte de un frondoso árbol, una rama cuajada de hermosas flores. Yo me enamoré de esa rama y gracias a ella alcancé las raices que la sustentan. De algún modo sé que detrás de Bill Evans y del Village Vanguard están también ellos, y ahora que el tiempo se detiene cuando escucho la lírica de esos gigantes del jazz o del soul, mantengo fresca en mi memoria las letras y las canciones que tanto llenaron mi vida. Carlos Redondo, allá donde se encuentre y todos aquellos que habéis contribuido a la existencia del grupo, estad satisfechos, vuestro trabajo no ha sido en vano, al menos para mí.

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Carlos Álvarez Castañón